Alfredo Rosso
El edificio de departamentos de Palermo parece salido de una película francesa, con callecitas y balcones interiores y macetones dispuestos con una simetría no muy fanática. Por el ventanal del living, el atardecer empieza a insinuarse cuando comenzamos la nota. En vísperas de su cumpleaños 60, a Charly se lo ve distendido y serenamente contento. Es obvio que está orgulloso de su nuevo proyecto, una ambiciosa serie de recitales en el Gran Rex, donde presentará unas sesenta canciones de su repertorio, en tres versiones: “La vanguardia es así”, “Detrás de las paredes” y “El ángel vigía”. (ver “El tríptico…”) Pensando en sus más de cuatro décadas con la música, recuerdo otra célebre frase de su repertorio, “es larga la carretera cuando uno mira atrás”, y disparo la primera pregunta: Cómo empezó tu romance con la música? Mis primeros recuerdos musicales los asocio con Mar del Plata. En un quiosco vi una citarina y le pedí a mi papá que me la comprase. Venía con unas instrucciones para tocarla siguiendo unos puntitos. Después pasé al piano, a los cuatro años di mi primer concierto. A los doce me recibí con todos los honores. Me había contagiado esa idea de que cuanto más sufrís estudiando los clásicos, mejor. De repente, aparecieron los Beatles y me di cuenta que eso también era música clásica. Además eran jóvenes, lindos y llenos de guita. No reniego de mis estudios ¡Para nada! Pero escuché a los Beatles y me pasé de bando.
¿Te acordás del primer disco que compraste de ellos? ¡Claro! Fue aquel doble que traía Twist and shout y A taste of honey . Y me fui a escucharlo en el Wincofón, ¡Al que inventó ese tocadiscos habría que darle el premio Nobel! Hace casi treinta años, en una nota donde presentabas “Clics Modernos” predecías la globalización y las brechas sociales cada vez más grandes. Ahora, con esta Internet ecuménica, redes sociales híper desarrolladas, información instantánea, ¿qué nos depara el futuro? Yo creo que la red se va a caer, que la música va a volver a ser Mono y que va a volver el tocadiscos. La humanidad está llena de gente alienada por esas cosas; te comprás algo y al mes inventan otra cosa que vuelve obsoleta la que compraste. Pero ojo, que también están los indignados. Y en cuanto a la música, al pasarla a digital le quitaron los ruidos, pero también le sacaron la vida. La música es algo que hay que sentir físicamente.
¿Cómo neutralizás el síndrome “hoja en blanco”? ( Charly agarra un libro de la mesa ratona ): Mirá, yo suelo escribir en libros que tengan fotografías o ilustraciones, entonces el síndrome se neutraliza. Cada uno tiene sus métodos. Digamos que estar un poco en pedo también te puede ayudar. O podés agarrar la guitarra y tocar algún tema de otro artista. Le das una vuelta y va apareciendo algo..
Y hablando de covers, “Influencia” pegó muchísimo.
Todo el mundo cree que es mía, porque es una especie de tango existencialista. Para mí que Todd Rundgren no se dio cuenta de lo bueno que era el tema y no lo produjo “a full”.
Influenza , en inglés, es gripe, y en verdad hay una mina que lo tiene al tipo bajo su influencia. El tipo se da cuenta pero no puede hacer nada. Y eso pasa: una parte de mí dice “pará, no vayas tan lejos” y la otra dice: “bueno, ese veneno que te estás comiendo es dulce”. ¿Es o no es como un tango? En apenas dos años Sui Generis pasó de “Vida”, mayormente acústico, a “Confesiones de Invierno” y al álbum conceptual “Pequeñas Anécdotas Sobre las Instituciones”, donde Sui Generis es casi un grupo sinfónico.
Vida fue criticado en su momento. Decían que era música “de café concert”. La cuestión es que Vida duró. Para la época de Instituciones ya conocía a Genesis, a Yes, y era frustrante ir a tocar con un piano vertical y un micrófono que no se oía. Entonces lo mandé a Billy Bond a comprarme un mellotron y un Moog. Pero el final de Sui Generis estaba cerca; yo ya tenía otros planes.
En La Máquina de Hacer Pájaros, subiste la apuesta desde lo musical y las letras eran una verdadera resistencia cultural en pleno Proceso.
Sui Generis fue el fin de la inocencia, el último estertor de esa sensación de que se podía cambiar algo. Hasta entonces que te llevasen a la comisaría, que te cortaran el pelo y que te diesen un cachetazo era algo usual; yo lo sufría una o dos veces por mes. Eso era imbancable, pero en la época de La Máquina se instaló otro tipo de terror. Yo tenía la plena sensación de eso. Los recitales de Seru Giran eran concentraciones de resistencia pura. Me acuerdo de uno en el que un cana se llevaba a una chica de los pelos y paramos de tocar. Un reflector lo iluminó y le dije: “¿ Y ahora qué? ¿Te la vas a llevar? Somos cinco mil contra uno ”. Bueno, en fin: son tres etapas: la primera ver venir el chubasco, la segunda es estar en el chubasco y la tercera, enfrentarlo.
¿Cuáles son tus nuevas metas? Ansío hacer un disco cuya médula espinal sean las cuerdas: chelo, viola, violín.
¿Y en cuanto a las letras? La primera idea que se me ocurrió es escribir la segunda parte de La Hija de la Lágrima . ¿Qué le pasó en estos veinte años? ¿Logró salir y encontrarse con el mundo? ¿Qué hace ahora? Voy en ese rumbo...
Escribiste “Bancate ese defecto” en los ’80, cuando empezaba la moda de las cirugías estéticas ¿Qué lo inspiró? Y mirá…Yo tengo un defecto: vitiligo; cuando era chico tenía la mitad de la cara casi blanca. Ahora me quedó el bigote. No me animaba a usarlo, hasta que un día me miré al espejo y dije: “ loco, bancate ese defecto ”. Hay que usar el defecto a favor de uno, porque si creés que por tener unos kilitos de más no sos cool entrás en la pavada total. Y para mí un grupo de rock puede hablar de todo lo que sea de interés, pero debe dejarte algo. ¡Dame un mensaje de verdad! Hablame de vos: de que te va mal o bien en la vida; esas emociones son las que originan las auténticas canciones. Entonces, en un mundo estimulado por la avaricia, las corporaciones, las drogas malas y todo lo que ya sabemos, ¿contra qué vas a protestar? Uno no ve ningún enemigo porque el enemigo es el vecino. El enemigo sos vos mismo usando la computadora y el celular. Y eso los indignados del mundo ya lo saben. Yo quiero comerme el chocolate, no mirar un chocolate virtual. Y eso de que el medio es el mensaje ya fue; ahora el mensaje es el medio.
Fuente
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